domingo, 10 de julio de 2011

Isabel

¿Sangre?, ¿acaso alguien puede acusarme de haberla bebido alguna vez?, ¡imposturas, estupideces de gente ignorante!, ¡supersticiones de aldeanos fanaticos!-.
Frente a mi los nobles me observan en silencio, no los observo a ellos , poco me importan esos viejos ambiciosos que jamas han aceptado tener a una mujer como igual dentro del consejo, no, mis argumentos son para el rey, para Matias al que han engañado con el cuento de que soy una asesina y vampira.
¡Ja!, como creerle a ellos cuando son mas las pruebas de que siempre han querido quitarme las tierras de mi difunto marido, héroe de la guerra contra los turcos, pero al fin lo consiguieron con esta farsa de juicio.
La realidad es que esperaba fueran mas originales y no usaran cuentos de niños , testimonios falsos, pruebas inventadas como la de haber encontrado en mis jardines decenas de cuerpos enterrados de mujeres.
Alego en mi defensa  haber contratado doncellas que me ayudaban a preparar pócimas y unguentos de belleza y que por cierto las cascadas esposas de los ministros compraban a escondidas.
Que si muchas ya no aparecieron en sus casas, no fue por haberlas asesinado sino porque les ayude a huir de sus familias, padres que las golpeaban, madres que las esclavizaban, hermanos que las entregaban a sus amigos para que las violaran, ¡aquello si era un infierno y no lo que supuestamente yo cometia!.
Han pasado varias horas, me siento exhausta, el fiscal de la causa se levanta y comienza a repetir las pruebas en mi contra, cuando menciona haberme hallado la guardia en mi saln principal rodeada de sangre y cuerpos le grito -¡Puerco, reptil mentiroso!-, me vuelvo a Matias, pero este rehuye la mirada, estoy sola a merced de esta gente.
Luego supe que aquellos despojos eran las victimas de pernada que no sobrevivian a las noches con los castellanos, muchos de los cuales estaban ah en el juicio y que tranquilamente se preparaban a usurpar mi legado.
-¡malditos!-, les digo a todos, pero ya es tarde, no es la muerte sino la condena a emparedarme en mi habitacion la que se escucha; el rey ya no estaba cuando me sacaron encadenada de palacio.
Los días pasan, a través de los ladrillos que tapan la puerta me lanzan pequeños trozos de carne y pan, pero no como nada, los lanzo por el ventanal a los pájaros y me deleito observando el crepúsculo que se desliza entre los dentados Carpatos.
No, jamas podían haber hallado ningún cadáver porque todas ellas jamas pasaron por el trance de la muerte, les ofrecí una mejor opción que la miseria, la brutalidad de sus aldeas, y ellas me lo agradecieron, lo siguen haciendo.
Los guardias del palacio dicen escuchar cada noche el tumulto de cientos de murciélagos sobre los tejados, y temerosos prefieren esconderse en el cuartel allá abajo a un lado del foso.
Me traen el precioso alimento que tanto necesito, porque cada nuevo amanecer un magistrado o un noble desaparecen de sus habitaciones entre velos oscuros y llegan aqu a mi recamara llenos de la sangre aun caliente con la que me envuelvo y nutro para seguir siendo inmortal.
Mi nombre es Isabel Bathory, y espero pronto tener la suficiente fuerza para ir a visitar personalmente a mi emperador, Mathias Corvino de Hungria, antes de que amanezca, y mostrarle que no soy una vampira, sino una salvadora, ¿o no?.

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