miércoles, 25 de julio de 2012

El llamado.


-¡Mario ya levantate a desayunar se te va a hacer tarde!-, el grito de mi madre hace que abra los ojos sorprendida, trato de ubicar la realidad mirando estúpidamente el techo por un largo minuto, -¿Te vas a levantar o no?-, la segunda llamada termina de despertarme, hago a un lado las cobijas, estoy sentada con las piernas colgando, ¿carajo cuantos años tengo?; descalza camino al espejo del tocador y miro fijamente el reflejo, en la radio del taller de mi padre se escucha la voz ronca de Mario Fernandez como el Ojo de Vidrio, entonces un eco muy lejano me viene a la mente y creo despertar...
-¡Conque muy machita maricona, a ver si tienes los guevos pa seguirle tirando al gobernador cabrona-, es de noche, una noche profunda y oscura en el desierto, a lo lejos veo las luces de Saltillo, el frio cala pero pienso que ha de calar mas el de esta tierra polvosa y helada donde en unos segundos mi rostro descansara inerte.
-¡Te metiste con la gente equivocada pendejita, ora si ya te llevo la chingada!- no veo los rostros, solo escucho las silabas que me escupen sobre el cuerpo, sobre la sangre cuajada que forma costras en la blusa, un empujón y doy sobre las piedras, siento se me clavan en la espalda, fijo la mirada en las estrellas, respiro hondo y espero, solo espero.
-¡Mario, ¿vas a venir a desayunar ya?-, sigo viendo el espejo, papa prende la sierra, escucho la madera partirse, huelo el aserrin a tierra humeda, mojada de agua, mojada de sangre, -¿Vas a venir, vas a venir?- me aferro a la imagen, no quiero romperla, debo ir a la cocina, es mi salvación, la continuidad de este tiempo y no del otro, debo, debo de... miro mi pecho lleno de sangre, mama ha callado, me espera, en el techo se multiplican las estrellas; poco a poco sumergida en la oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario